miércoles, 17 de diciembre de 2008

Desde un avión dirección Sevilla y Jerez

Me quedan pocas horas ya en este país, y si todo va bien no volveré hasta el año que viene. Sé que, como dicen aquí, "mi va a mancar tantisimo". Llevo un día de perros, me he levantado tarde y no he hecho ni la mitad de las cosas que debía hacer. La facultad me agobia cada día más y encima,por si algo podía ir peor, llueve. Y vuelve a ser de noche a las 5. Debo ir a casa pronto, aún no he hecho la mochila. Uf! me agobio, muchas cosas por hacer y poco tiempo. Y conozco a Mila, seguro que aún no ha preparado nada, todo pinta que perdemos el avión. Éstos me han dicho que vendrán a casa a tomar café para así despedirnos. No me da tiempo de nada. Poco a poco están llegando. Pablo hace un capuccino en casa que huele a tiempos pasados, también están aquí Manolo, Mila, Magali y Mathilde. En un rato llegará Julliette. Y Desi al final también.¿qué te falta? Repásalo todo. Que sí Mathilde que lo llevo todo.¿Llevas los libros?.¡Mierda! sabía que algo se me olvidaba, gracias. ¿Y el cargador de móvil?.Joé, me estás salvando el viaje...gracias. ¡Corre Mila! Perdemos el avión!. ¡Que sí! Que llegamos, no te preocupes.Ella aunque se coma de nervios por dentro, cuando más agobiado estoy, me da tranquilidad. Pablo ayudame porfa, coge ésto. Corre vamonos, vais a llegar tarde. Que sí. Perdemos el vuelo, corre. Corre más. Hay que llegar al metro, cogerlo, llegar a Anagnina y coger el autobús al aeropuerto, y todo eso en menos de media hora. Imposible. Hemos llegado a la estación de metro y tengo una sensación extraña. Vuelvo a odiar las despedidas, y mira que sé que esta será por apenas tres semanas, pero no sé. Me dejo demasiado en Roma. Una mezcla de sensaciones, ganas de llegar, muchas, todas, pero al otro lado de la puerta del metro se queda mi familia de los últimos tres meses.

Ahora estoy en el avión, dirección Milán, pasaré la noche en el aeropuerto y mañana os daré una sorpresa llegando antes de lo que me esperabais. Solo Vila sabe que llego mañana. Me asomo a la ventanilla y roma es cada vez más pequeñito. Y con ella se hacen cada vez más pequeñitos mis hermanos de aventura y libertad. Se hace pequeñito el Coliseo, se hace muy pequeño ya, que casi ni se ve el Max Tyler, allí a lo lejos ya ni se ve la fontanta di trevi, y los foros casi no se perciben. Se hace pequeñito pequeñito mi piso, la universidad, las horas en la mensa y las noches en el río. Mira roma, ya casi ni se ve....

Próximo destino: mi vida en ese tren entre Sevilla y Jerez...

Winston Smith

P.D.: estoy tan nervioso por veros, por daros una sorpresa, etc...que creo que no voy a dormir esta noche.

lunes, 8 de diciembre de 2008

Un coche, cinco amigos y 2000 km por delante...

Un coche, cinco amigos y casi 2000 km por delante. La preparación casi nula, las provisiones un maletero lleno de comida del supermercado más barato de roma. Un mapa de carreteras mal imprimido y una direccion de un piso en Florencia donde nos darían alojamiento, o no. ¡Nada podía ir mejor!

La idea nos rondaba la cabeza desde hacía meses, pero en la última semana fuimos perfilandolo. El sur o el norte, un coche o dos, quienes vamos, dónde quedarnos, la comida. Pero como siempre todo se quedó para ultima hora. Y el jueves por la tarde (eso de tarde es un decir, porque aquí es de noche a las 5) andábamos buscando cohce de alquiler los cinco elegidos que finalmente comenzaríamos la aventura: Javi, Pablo, Mila, Miguel, un amigo vasco que ya mencioné alguna vez por aquí, y yo.

Y nada, a eso de las 9 de la mañana del viernes apareció por nuestro piso un Ford Fiesta (de aquí en adelante "forfi") con tres personajes dentro, que como carta de presentación traían un primer golpe que se habían dado en los 2 km escasos que separan la estación de Termini, dónde recogieron el coche, de nuestro piso.

Así salimos dispuestos a sobrevivir al sistema de carreteras italiano y con el valor de hacerlo por carreteras secundarias. Evitaríamos autopistas, pues el paisaje de las otras carreteras nos gustaba mucho más (tampoco el precio de los peajes invitaba a usar las autopistas). Mucha lluvia y buena música nos fueron acompañando en este primer día. Vímos pequeños pueblos casi sacados de una película de los años 30, unos paisajes increíbles salpicados de grandes mansiones donde lo único que parece que puede pasar es el gran coche de ese viejo mafioso que controla las producción de vinos de la comarca. Y por fín, Siena. Una ciudad medieval que a pocos no impresionará. En un ejercicio mental podemos borrar los comercios y los pocos cohes que se ven en el centro histórico y perfectamente podríamos estar en el siglo XIV. Es una ciudad dividida en barrios con nombres de animales, que una vez al año compiten en juegos medievales. Increíble. La pena que al llegar se hiciera de noche, y solo un par de horas pudieramos pasear por allí. Si van por allí, ¡cuidado con los tortugas!.

Volvimos a nuestro querido "forfi", que ya casi se había hecho de la familia, y retomamos el camino hacia Florencia. Todos conocíamos ya Florencia, por tanto, no nos detendríamos en ella excepto para dormir. O al menos esa era la idea inicial....

Llegamos a la ciudad de los Medicis a una hora que no recuerdo, pero tengo la sensación de que era tarde. Y allí estabamos esos cinco dispuestos a colarnos en el piso de Alfonso, un amigo de Mila que hace el Erasmus en Florencia. Y la verdad...fueron geniales, él y sus tres compañeros. Nos estaban esperando y nos recibieron con la invitación a un cumpleaños de alguien que, evidentemente, no conocíamos. La situación era la siguiente: estabamos cansados, llevabamos todo el día viajando, al día siguien debíamos levantarnos temprano, no conocíamos a la que cumplía años y , en realidad, a nadie de los que iba al cumpleños. ¿que qué hicimos? La duda ofende, ¡claro que fuímos!.

De lo acontecido esa noche poco estoy autorizado a desvelar por la red, pero resumiendo unos volvieron en bici, otros andando, otros dando un paseo y otros incluso no volvieron a casa. Digamos que la timidez no es una de nuestras caracterñisticas como grupo...

A la mañana siguiente salimos sin prisa pero sin pausa (lo que no nos olvidamos en casa de Alfonso fue la resaca...) en dirección a conocer toda la Toscana, o al menos lo que nos diera tiempo. Un pequeño fallo en Prato (no vayáis, es tan bonito como Murcia o Barbate, imaginaros...), un descubrimiento en Pistoia, un palacio en Lucca, un reencuentro en Pisa, etc...Un día increíble, posiblemente el que más me he reído en toda esta aventura italiana. Y bueno, de vuelta a Florencia, una ciudad que, como las actrices de cine clásico, enamora en los primeros segundos que aprece en escena. Y es que dormir en una habitación en la que sacando la cabeza por la ventana ves la cúpula del Duomo a unos 200 metros, creo que es para enamorarse.

La noche fue tranquila por mucho que le pesara a Miguel. Creo que éste vasco era el único de la expedición que tenía cuerpo para salir de fiesta, así que acabamos con nuestros amigos de florencia (aquí tan lejos de casa, el amigo de un amigo de un amigo de un colega de un conocido, ya es amigo tuyo para toda la vida) en una plaza charlando y contando verdades y mentiras sobre nuestro viaje.

A la mañana siguiente recogimos y salimos de casa tan temprano como el cansancio de dos días sin parar nos permitió levantarnos. Dejamos atrás ese piso de cuatro sevillanos que daban vida a esa ciudad, medio enamorados de Alfonoso y prometiendo que volveríamos. Al salir de la ciudad, las continuas pérdidas de Pablo con el coche nos llevaron hacia uno de los sitios más bonitos que he visto en mi vida. ¡benditas pérdidas¡. Un mirador desde el que se veía entera la que posiblemente sea la ciudad más bonita del mundo...Definitivamente nos habíamos dejado un trocito de nosotros en la ciudad de Miguel Angel...

Seguimos por esas carrteras de dios, señalizadas por un niño de cinco años, en dirección a un pueblo del que habíamos escuchado hablar. San Gimigiano, el pueblo de las mil torres, está en lo alto de una colina que vigila gran parte de la Toscana. Cada uno de las familias nobles del pueblo debía construir una torre en su casa para demostrar su poder, pero nunca superando la del ayuntamiento. Así quedó para nosotros esa imagen medieval con que nos recibe San Gimigiano. Si alguna vez tenéis la oportunidad, no dejéis de ir. Como siempre, lo peor: la gran cantidad de turistas...

Pues bueno, ya tocaba su fín esta aventura. Pusimos rumbo sur y nos dirigíamos hacia la ciudad eterna con una imborrable sonrisa en nuestra cara, fruto de un fín de semana al que no puedo objetarle nada.

Pero eso sí, no podíamos tener un coche en nuestro poder sin resistr la tentación de pasearnos por Roma a altas horas de la noche con medio cuerpo fuera por la ventanilla, sintiendonos superiores por una vez a esos autobuses que tantas horas de nuestras vidas nos roban. Pasar por el Colisseo, San Pedro, Piazza Spagna, Piazza Popolo, Termini, Republica, Piazza Venezia, etc...en coche, no tiene desperdicio. Un final de película, un fin de semana escrito en el mejor libro de viajes...

Salud!

W.S.

P.D.: Aún no tengo las fotos, no dudeis que las colgaré. Un buen viaje con muchos de vosotros que leeis este blog, eso es lo qeu ahora tengo ganas de hacer. Bueno, y dormir un poco...